domingo, mayo 23, 2010

ta-TÉ-ti

Hagámoslo sin vaselina (pude haber escrito "Digámoslo sin asco" o "Vamos sin preámbulos",  pero sospecho que la introducción que elegí  me va a rebotar más búsquedas en Google. ¡Bien!). 

Va de vuelta: yo me pregunto: ¿qué onda el té? O sea, en serio. Me fui del Perú apenas empezado el año 2007 y Dios es mi testigo de que nadie tomaba té en este país. De hecho, hasta hace poco se podía identificar sólo 2 tipos de bebedores típicos de té: el resfriado y el enfermo del estómago (En esta parte algunos se alzarán a decir "¿y qué pasa con los "té de tías"?". A ellos les digo que durante toda su vida, la Mamita Olga ha sido una ávida asistente a múltiples eventos que en su nombre llevaban la palabra "té": El té de las Damas de San Borja, El té de la Directiva del Club Huancayo, El té de las ex-alumnas de María Auxiliadora, El té de las esposas de los ex-alumnos del colegio militar, y un largo etcétera. Por años he observado a mi madre ir y venir de esas reuniones y créanme cuando les digo que ahí nadie toma té. Dejémonos de inventar por favor).

Como prueba adicional, pongo los adjetivos que mis hermanas me lanzaban cada vez que yo encontraba ocasión para beber té: cuando pedía té jazmín en los chifas; posera, cuando le sacaba el jugo al 2x1 en Long Island Ice Tea de TGI Friday's; alcohólica, cuando quería que me enviaran una caja de "Passion Tea" a Buenos Aires; atorrante (Starbucks no había abierto en la Argentina en esa época). 


Como si en este punto hubiese necesidad de más evidencia, comparto con ustedes que fue el frío bonaerense el que me hizo participar de una costumbre que antes había visto sólo en películas: el té con leche. Resulta que en la Argentina la gente no se reúne a "tomar lonche", sino que "a tomar el té". Algunos toman cualquier cosa menos té, pero hay muchos que efectivamente mezclan té, leche y el edulcorante de su preferencia.
Y bueno, convengamos que de 28 millones de peruanos, un porcentaje mínimo tiene anotado en su agenda "Té a las 5pm con fulanito".


¿Pero qué pasó, entonces? En 2008 vine de visita corta y una amiga me sorprendió preguntándome si quería tomar té burbuja. De inmediato pensé que se trataba de alguna bebida gasificada y como no soy fanática de la gaseosa (a menos que venga mezclada con licor), pues decliné la invitación. 

Luego de investigar un poco, recién este año probé el famoso bubble tea. Debo decir que fue una experiencia traumática en la cual tanto la garganta del amigo @uterope como la mía fueron brutalmente desvirgadas por una recatafila de pelotas de yuca (tapioca, mandioca, la misma vaina)

En conclusión: el té burbuja fue una experiencia para no repetir y nunca más atinada la expresión gringa de not my cup of tea.

Ya en 2009 volví a pisar tierra nacional por un plazo breve y, dado el cambio de estación de ese momento, todo el mundo tomaba té helado. No me pregunten cómo, hoy en día la lista del mercado de casa incluye al menos un six pack de Free Tea o Lipton Tea o Whatever Tea. Yo no entiendo cuál fue la estrategia de marketing (y yo soy marketera) y mucho menos la idea publicitaria (también soy publicista) detrás del boom del té en el Perú. 

Lo único que tengo claro es que, luego de 3 años de desmesurada ingesta de teína por parte de los peruanos, debemos ser sin duda la población más estreñida del mundo (Sólo detrás de China e Inglaterra. Esos pobres nos llevan siglos de ventaja). Y nada, que Dios y el ex-lax nos ayuden. 

lunes, mayo 17, 2010

La verdad de la mentira (*)

Todo el mundo sabe que la moda se reinventa constantemente (y quien no lo sabe, pues entérese). Lo que usó tu mamá ahora lo usas tú. Con su vuelta creativa agregada, es cierto, pero básicamente es lo mismo. (Convengamos que la elastimona del ayer fue el body de los 90s, que hoy -2010 nada menos- está volviendo en su versión nuevo milenio y sabe Dios cómo le iremos a llamar). En virtud de esto, hace semanas vengo haciendo observación y análisis del nivel de engaño en el que nos gusta vivir sumergidas a las mujeres.

A ver, ¿qué onda el legging? Son como pantimedias gruesas ¿cierto? Es indistinto si su material es algodón, elastano, látex, spandex o whatever; el punto es que los leggings son un ejercicio mejoradito de las medias de nylon.

Yo te pregunto, amiga esclava de la moda: ¿tú sales en pantys a la calle? (Si la respuesta es sí; deja de leer esto de inmediato y anda conversa con tus padres, te pido por favor). Si la respuesta es no y viene provista de sorna, como quién dice "¿quién podría ser tan desquiciada de salir únicamente en medias veladas a la calle?", ¿te puedo preguntar, corazoncito, por qué no te causa reparo alguno calzarte un legging y ponerte apenas un trapito por arriba y listo el pollo, vamos a bailar?

Yo no tengo una explicación o sustento para esto, y al tiempo mírame cómo tengo el cajón del ropero lleno de leggings de todos los colores. Es una hipocresía absoluta y me revuelco en ella como marrano en el barro (con legging, obvio). Tratemos de ser dignas, chicas: la verdad de la milanesa es que estamos en calzón en plena calle y a nuestras madres, hermanas y amigas no le hace el menor ruido esta situación. Se acabaron los vestiditos híper-cortos que te hacen sentir un poco putita... ¡ponte un legging debajo y que tus amigos te llamen Sor María de Todas las Gracias! Really, o sea, con legging o sin él, el vestido te sigue quedando a la mitad de las nalgas, mi vida. No te engañes.  Asume no más. La vida es así, lo que no te mata te hace más fuerte y, para efectos de los ojos masculinos, igual estás en pelotas. 

La de abajo es una foto referencial de los ojitos de aceituna que ponen los chicos -pobres, en verdad- cuando ven un par de patrullas** embutidas en el famoso legging.


Y nada, como la única manera de liderar es con el ejemplo, yo empiezo: mi nombre es Laura Zaferson y varias veces por semana salgo en calzones a la calle. Mamá, hermanas, amigas: mis posaderas cachetean el viento con bastante regularidad y es importante que sepan que eso no va a cambiar (a menos que pase de moda ¡obvio!). Así que por favor quiéranme así tal cual soy, porque esto que ven: ES LO QUE HAY


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*Con algunas "s" de menos, el título de este post me lo ha prestado Mario Vargas Llosa. 
**Patrullas: Patas, piernas. Ya pues, no seas lenteja (lento).


martes, mayo 04, 2010

El tamaño nunca fue tan importante (hasta ahora)

Una de las cosas más increíbles que nos ocurren a los seres humanos es aquello que tiene que ver con las mentiras que compramos sin el más mínimo regateo. No hablo de las falacias que nos dicen (¡ese es un cuento totalmente diferente y sobre el que ya elaboraremos!) sino de las que uno mismo combina, construye y culmina con la misma pericia que un arquitecto ejercita -sirviéndose de una chancadora de piedra, una mezcladora de cemento y una piara de obreros- para levantar un rascacielos que va desde el 5to subsuelo al penthouse.

Y es que los fraudes que gestamos y luego compramos pagaderos a 3 millones de cuotas y con todos los intereses del caso, son inconcebibles. Uno se convence de cosas insólitas y tiene el cuajo de irlas repitiendo por la vida con la seguridad y el ego de la primera chica del salón a la que le crecieron las tetas (Santa Natura: sigo esperando mi momento, eh).

Pongamos como ejemplo a mi hermana. Casada, 2 hijos, linda casa, linda vida, una típica qué-chinche-me-caes-de-lo-bien-que-te-va kind of girl

Ahí donde la ven, toda profesional, exitosa y saca pica, mi sis estaba convencida de que para comprar tampones, ella debía hacer una comparación mental entre el tamaño del tampax y the manhood of my brother in law. ¿me explico? O sea, uno entra al supermercado, llega a la góndola de higiene personal, pasa los jabones, cremas y ceras depilatorias y llega al rincón de las toallas higiénicas y tampones. Acto seguido, se pone a pensar si su significant other es small, medium o large (Claramente estas medidas NO TIENEN NADA QUE VER con el flujo menstrual, no, no, imagínate qué tal ocurrencia; sino que están obviamente relacionadas con los dotes peneanos del marido/novio/booty call de turno.¡Pero si está clarísimo!).

A ver, yo no soy la canchera de la familia (¡tan apropiada esa "n" al medio, eh! jaja), pero sabe Dios cuántos inhaladores Ventolin habrán sido necesarios para que mi asmática hermana llegue a este nivel de alucinación. Es cierto que en casa ejercitamos mucho nuestra capacidad de inventiva (yo tengo una teoría que tiene que ver con que la Mamita Olga -con la ilusión de que sus criaturas estén llenas de fósforo- nos dio de comer pescado antes de tiempo. Al menos un centenar de espinas debemos tener clavadas en el cerebro, de otra forma no me explico cómo aparecen estas ideas en nuestras cabezas), pero lo que también es cierto es que mi hermana querida supera toda mi habilidad para la simbolización y el pastrulaje. Y eso que yo pongo a conversar a los dedos de mis pies (y otra vez tengo que acordarme de no compartir tanto). 

Pero, a ver; ¿cuáles son las conversaciones posibles respecto a este tema, digo yo? ¿Quizá una mujer en un baño de discoteca cuchicheando con su amiga que ella no puede usar tampones porque su marido es un aventajado de proporciones? (o, convengamos, nadita dotado que no le calza ni el small / mini) ¿O quizá una charla de shower donde una dice "mi novio es OB large" y la trampa undercover se ríe para adentro y piensa "ese no pasa de Stayfree medium". Ja, ja, ja.

Y es que mentiras así son las que nos gusta comprarnos. Así de locas. Como mi hermanita linda. Como yo. Como el pescado que llevamos dentro. Ese mismo que como deben sospechar, es un salmón :) 

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