Alfonsito Castigado.

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Al Papito Alfonso otra vez lo tienen que operar. Con el ánimo, templanza y temperamento maravilloso que lo caracterizan, recibe mi llamado y me cuenta que está emocionado pues, como preparación para la operación le han puesto un par de unidades de sangre de operarios y peones de la maderera de mi cuñado, y entonces se siente un MACHAZO. Por sus venas corre sangre de semental enajenado, de fornido homo sapiens que levanta tablones de madera. Lo único que le preocupa, añade con una risita traviesa y que yo adoro, es que ha perdido su color blanco y su contextura promedio. El Papito Alfonso me ha contado, pues yo no puedo verlo, que la sangrecita generosa que ha recibido lo tiene medio hinchado, “¿Estás hecho un chorizo?”, pregunto curiosa. “No, más bien una morcilla hijita”, me responde riendo de la manera más hermosa. ¿Qué hacemos compañeros? Mi papá se ha vuelto de color humilde. Ahora la Mamita Olga lo va a dejar, seguro va volver con el novio que tenía antes de casarse con él, que era blanquísimo como mi papá antes de nutrirse de la sangre de aquellos varones peruanísimos tan dadivosos. Pero eso no es lo que más nos preocupa, pues el ex de mi mami era recontra tacaño y bueno, la tacañería no es de prestancia así que la Mamita Olga no cambiaría a su flaco pues hace casi 39 años que están juntos (Hermanos, tenemos que hacer alguito para los 40 años no? DIGO NO MAS). Y bueno, lo que más nos preocupa es que, el Papito Alfonso ha sido expulsado del hospital. Una enfermera se ha quejado, muy dulcemente pero finalmente se ha quejado, de que mi papá está insistente en que ella TIENE que bañarlo (Harassment anyone?). Entonces, para prevenir nuevas quejas y en salvaguarda de las señoritas enfermeras, lo que han hecho los médicos es mandar a mi papá a la casa y que se aparezca SOLO el día de la operación. Lo gracioso es que, saliendo del hospital, lo primero que hizo fue buscar a OTRA ENFERMERA, que es la que le hace masajes todas las semanas y nada, la flaca lo masajeo no más, sin quejas a los superiores. ¿No es una ternura mi papá? ¿No es un exceso que lo hayan devuelto del hospital? ¿No es maravilloso que esté en casa para poder mimarlo? El Papito Alfonso es mi héroe.