Con el perdón de Akihito y Michiko.

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En uno de esos eventful days, donde incomprensiblemente haces 3000 mil cosas y, sin embargo, puedes pasarte el resto de la semana sin mover un dedo ni salir de tu casa, me encontré con unos amigos thompsonianos y nos fuimos a comer japonesa. El lugar elegido: Edo Bar de Miraflores. Es preciso pues es Rico, Acogedor y sobre todo Accesible. (Para mí, algo es accesible cuando tú sientes que no gastas, sino que inviertes. But then again, soy publicista y mi chamba es hablar bonito. Jajaja)

En realidad la comida japonesa es cara si es que el comensal tiene un apetito exorbitante, en ese caso, váyase usted al EXTRAORDINARIO "Encuentro de Otani" en Chorrillos, donde el disfrute de la fusión peruano-japonesa está asegurado, aunque no llegas a encontrar makis, sashimis ni tempuras.

Pero no nos desviemos! El día que fuimos a comer pedimos Edo Makis y Acevichados y luego una bandeja de Sashimi y Sushi. BUENAZO. Las lágrimas corrían por mis mejillas (Esas lágrimas de emoción? Así como cuando logré mantener el equilibrio en la caminadora del gimnasio y dejé de caerme? Así como cuando armé de vuelta el cubo mágico? Así como cuando Leo hace una fuente grande de polenta y yo puedo comer polenta toda la semana porque en casa a nadie le gusta la polenta? Ese tipo de llanto pues.)

Pero en un instante, la emoción se volvió pánico, desesperación, lamento boliviano. A nuestro lado había una parejita con una cara de "primera cita" increíble. Habían pedido vino blanco para acompañar la bandeja de sashimi y sushi, y también se lograban ver unos tempuras de verduras y langostinos. La chica se había peinado en la peluquería (Nunca permitas que se note que has ido a la peluquería reinita. Evidencias tu emoción pues hermana!) y el chico se había puesto una camisa linda, de esas que usan gemelos pero que aún así no llegan a ser too much para una salidita de media semana. (No me aguanto con mis comentarios de crítica de moda! The devil wears Prada me alucino! Basta ya!)

Después de mi impertinente paneo a los vecinos, dejé de observar a la pareja para empezar a comer con mis compañeros. Avanzada la cena, noté que no ocurría lo propio con las delicias servidas en la mesa contigua. La chica se hacía rulos en el pelo (eso te hace quedar como cojuda!) y el chico hablaba y hablaba (por lo menos le habrás dicho que su pinche pelo estaba bonito no?)... pero nada de comer. ¿¿QUÉ PASA?? pregunté para mis adentros. (Casi sentía que me llamaba ROSA DORIS IRENE y que algún JOSE SALVADOR ALFREDO me había abandonado. Casi sentía a ROCKY BELMONTE cantando boleros a mis espaldas. Casi sentía que habían cerrado todas las empresas de Corn Flakes en el mercado. Ese tipo de ¿¿QUÉ PASA??) Finalmente la parejita se agarró la manito, se acabó su vino blanco y se quitó.

Y nada, el objeto del post era comentar sobre la gente que -inexplicablemente- no acaba la comida japonesa. ¿QUÉ PASA?