lunes, junio 30, 2008

Firma y Aclaración, por favor. (*)

Yo apoyo muchas causas. La primera, la causa limeña que es lo más sabroso que hay. Las demás, pues la verdad todas. O sea, tengo debilidad inexplicable por una persona que pide firmas en la calle. Digamos que he firmado planillones acerca de todo y sin reflexión alguna, lo que pasa es que a mí me da mucha ternura que alguien se pare en un cruce de avenida a pedirme que contribuya con una causa específica. En ese sentido, estoy segura de haber firmado para que saquen a los travestis de Bosques de Palermo y unas cuadras más adelante haber estampado mi firma por los derechos de los trabajadores trasvetidos a laborar en... Bosques de Palermo. Es más, siempre que hay elecciones y aparecen los escándalos por falsificación de planillones, no puedo sino sentir cierta responsabilidad pues mi rúbrica debe haber estado en más de una de esas hojitas. También es casi seguro que haya invalidado más de un petitorio cuando he firmado por causas exclusivas para argentinos, o cuando he anulado mi firma de una planilla debido al parloteo de la persona que sostiene el tablerito. O sea, a mi me enternece el acto de pedir una firma en la calle, pero me desespera que me "convenzan" para firmar, sobre todo cuando... ESTOY FIRMANDO. O sea, no pierdas tiempo conmigo, ya me tienes, lo que puedes hacer mientras yo firmo tranquila (y hago memoria para anotar mi número de documento en la hojita), es reclutar a otros ciudadanos que si necesitan escuchar el speech de venta para plasmar su garabatillo en el papel. Es como la gente que tiene que "degustar" todo en el supermercado (mi hermana Mónica es así), o sea, mientras yo compro, no pruebo nada... no sé, no me gusta, pero lo que también pasa es que nunca compro un producto del que se está haciendo degustación. O sea, es como todo lo contrario a la firma de planillones: Los activistas callejeros me inspiran ternura y las degustadoras con salchichas en una mano y vasitos de yogurt en la otra me dan tirria. La cosa es que el otro día caminaba bastante rápido por una avenida súper transitada y vi unas chicas pidiendo firmas, entonces lo que hice fue desacelerar para poder pasar al lado de ellas y que me pidieran el favor (Gran parte del placer de firmar un tablerito es que me pidan la firma, o sea, la ternura me aparece cuando viene la solicitud verbal, creo que nunca firmé nada sin que me lo hayan pedido. Creo que la verdad es que ME MUERO por firmar autógrafos y como nadie me los pide pues he encontrado un paliativo en el apoyo masivo y desmesurado a todas las causas que el papel aguante. En fin). Efectivamente una de las chicas se me acerca y le recibo el planillón con todo gusto. Mientras firmo, la niña nota mi entusiasmo (el firmar es un placer que exteriorizo bastante, pero siempre guardando la prestancia, como si en verdad se tratara de un autógrafo) y me pregunta si estoy interesada en llevarme una planilla en blanco para hacerla firmar por mis amigos y conocidos. AHÍ SE JODIÓ TODO. Los flashes, que dentro de la fantasía reventaban a mi alrededor se interrumpieron por un sonido de disco rayado. O sea, una cosa es firmar y firmar y otra cosa es ponerme a pedir firmas (El único autógrafo que pedí en la vida no fue para mí, sino para mi hermano. Y el único autógrafo que tuve en la vida, no lo pedí yo, sino que mi hermana lo pidió para mí pues ella pensó que a mí me encantaría tenerlo (?). El autógrafo de mi hermano era del "Chorri" Palacios y el que mi hermana me "regaló" era de Gisela Valcárcel. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA). Me tocó explicarle a la muchacha que yo no era argentina y que por ende no tenía GRAN cantidad de amistades porteñas sino que más bien foráneas igual que yo, y que, dado esto, le haría flaca ayuda si le recibía el planillón. Fue ahí cuando la cara de Miss Simpatía de la jovencita activista cambió drásticamente, como si se le hubieran roto los hilos rusos o el implante de botox se hubiera reventado. Acto seguido, me arranchó el tablerito de las manos, con saña, resquemor y CERO ACTIVISMO. Claramente, esto me causó más tirria de todo el Sindicato de Impulsadoras reunido, entonces me fui arrugando el volante que previamente me había entregado la ex-Miss-Hallmark-Spirit. Pasos más adelante busco un tacho de basura para botar el flyer (Agravios y todo, uno jamás debe perder la urbanidad compañeros), y al hacerlo leo con sorpresa la causa por la que firmé infelizmente: ¡NECESITAMOS 1000 FIRMAS PARA COMBATIR LA VIOLENCIA EN LAS CALLES!
(*) En la Argentina no sólo debe firmar sino que "aclarar" al lado. Es decir que luego del garabato va la escritura en letra imprenta del nombre. En mi caso es una redundancia, dado que mi firma es "Laura" y mi aclaración es "Laura". Cosas que Ocurren.

miércoles, junio 25, 2008

No, yo decía.

Vivir en diferentes lugares hace que uno, de alguna forma, se coma un traductor simultáneo. El que yo me comí hace muchos años (Y la mamita Olga sufre, y yo le tengo que aclarar que hablo en sentido figurado), cuando tenía 21 años y me fui a vivir a otro país por primera vez, sale a trabajar cada vez que viene un amigo de Perú de visitar Buenos Aires o también cuando presento a mi crowd de convivientes colochos a algún amigo argentino. Asimismo, por motivos de trabajo me ha tocado aprender palabras típicas de Venezuela, República Dominicana, Chile, etc. Está bueno saber palabras de varios países, el tema es que me pasa mucho que cuando pienso que un argentino no me va a entender (en realidad no sólo un argentino sino cualquier persona, es que yo tengo esa patología, siento que la gente no me va a entender y explico las cosas muchas veces así como ahorita mismo estoy haciendo sin poder detenerme), lo que hago es usar "otra forma" de decir las cosas. Y también me pasa que cuando "apuesto" por mi palabra "rara" y la uso con un foráneo (que en realidad es un "local", dado que la foránea soy yo), pues no me entienden. El otro día salí a buscar un par de pasadores amarillos. Algo súper sencillo ¿no? Y nada, aposté por la palabra "pasador" y salí con ella a buscar un par amarillo. Caminé 20 cuadras y a la pregunta "Hola, ¿Tienes pasadores amarillos?", la respuesta siempre fue negativa hasta que una chica, después de decirme que "No", me llamó cuando yo ya estaba saliendo de la tienda para preguntarme "Che, ¿Qué son pasadores?" y yo le señalé mis zapatillas y ella me dijo "Ah, querés cordones vos?" y fue esa una vez más en la que mis palabras perdieron la apuesta frente a la compresión de la gente. En contraste, también ocurre que cuando apuesto por "otra forma" pues justamente la gente conoce la palabra que me abstuve de usar. Me pasó cuando ocupé 25 minutos en una peluquería explicándole a la chica de los abrigos cuál era el mío porque asumí que si le decía "el jaspeado" no me iba a entender (Y me costó bastante explicar "jaspeado" en otras palabras. O sea, qué es "jaspeado" anyway? Yo creo que nadie sabe pero todos hemos acordado llamar "jaspeado" a eso que es "jaspeado". En fin). Igual, después de entregarme el abrigo la chica me dijo "Acá le llamamos jaspeado a este tipo de abrigos, sabés". O sea, encima quedo como que de dónde vendré que ni siquiera sé lo que es un fuckin' jaspeado, cuando yo ¡Sí sé lo que es jaspeado! (aunque en realidad no sé, como confesé líneas arriba con la tranquilidad de saber que nadie sabe. Jeje). Y nada, creo que voy a dejar de traducirle a la gente, si no me entienden, que se jodan. Jajaja, ¡La más chinche! Y te explicaría lo que es "chinche" en mi país, pero yo ya no hago esas cosas (Es ser "pesado").

domingo, junio 22, 2008

El pitillo (que me parió).

Comprar ropa es algo que disfruto de hacer sola. Me causa stress que me acompañen porque siento que me demoro viendo cosas y no me gusta que la gente me espere. Esta sensación es independiente de si las personas que me acompañan sienten cansancio o creen que me demoro o se impacientan. Yo podría estar escoltada de una persona con maestría en acompañamientos de compradores y aún así sentiría que me estoy demorando mucho. Y, dado que comprar ropa y zapatos es un placer, pues no me parece tensionarme por quien buenamente desea unirse a mi crowd de compras, entonces siempre voy a preferir comprar sola y discutir conmigo misma si algo va o no. Por el contrario, soy buenísima para acompañar. Percibo rápidamente si a la persona le gusta que le aconsejen qué adquirir o si prefiere que uno se quede callado hasta que le pregunten que piensa. Además, no dejo que mis preferencias invadan la gestión de compra, o sea, puedo acompañar indistintamente a mi hermano y su never ending gama de azul/gris/negro o a una roommate que tuve en Orlando que tenía debilidad por todo lo que tuviera cadenas colgando (Hasta en las tiendas menos ortodoxas uno encuentra cosas muy bonitas). Hay gente a la que le gusta que simplemente la acompañen, pero uno no debe hablar nada, y hay otras personas que necesitan oir un zumbido permanente a su lado. Los acompañamientos que no me agradan tanto son los que involucran la chulillada, el traeme-este-polito-en-verde limón-verde esmeralda-verde palta-y-verde hoja-pls, aunque también los hago. ¿A qué viene todo esto? Pues que salir de compras con mis 3 convivientes masculinos -de gustos bastante heterogéneos- me hizo confirmar que yo siempre debo comprar sola. En realidad no tiene nada que ver con ellos, sino con una señal divina que recibí instantes después de pensar "Tal vez si puedo comprar acompañada". Estabamos caminando por la Av. Cabildo, buscando casacas de estrellitas por un lado y "faldas de hombre" por otro, cuando yo me doy cuenta que dedico poco tiempo a ver cosas que me gustan y no porque ellos me apuraran, sino porque yo solita "sentía" que no "podía" ver cosas dado que estaba "con gente". Después de dar varias vueltas, finalmente se llegó a concretar la compra de la falda masculina y la chaqueta de estrellitas quedó "para otra oportunidad". Ya de regreso a casa y caminando todavía por Cabildo, aunque claramente en sentido contrario, entramos a una última tienda porque uno de los convis vio algo que le gustó. En eso, yo veo unos pantalones "pitillo" de color negro... como lindos eh? "¿Te los vas a probar?", me pregunta el colocho de lo más naive, sin saber que si me probara esos pantalones estaría arrojando por la borda de los lamentos todos mis preceptos acerca de la Tía Lauris y sus compras solitarias. "Bueno" dije yo, y vi como mis principios -construidos por años- hacían bunjee jumping sin soga de camino a los probadores. Ya detrás de las cortinitas y en severa faena de entalle de prendas, pensaba qué hace uno en estos casos... ¿Tengo que salir a que me vean? ¿Si necesito otra talla, la pido? Hmmm. QUE STRESS. Pero luego me fui calmando al ver que el famoso pitillo me quedaba "mas o menos" (no me gustan los pantalones con bolsillos a los lados, como pantalón de colegio. Es que esos bolsillos "hacen" caderas, las mismas que ejmmm, yo ya tengo, entonces el look picaronero no es my cup of tea). En ese momento llamé al colocho para que me diera su opinión, a él le gustó pero no me terminó de convencer (es que además estaba medio cortito jaja, ¿Ahora entiendes por qué compro sola?), entonces él me dijo que me probara el otro pantalón (Si, ya que estaba violando mis normas al probarme un pantalón acompañada, pues decidí romperlas sabrosamente llevándome DOS pantalones al vestidor). Y bueno, le hice caso e inicié nuevamente la faena probatoria (Y digo "faena" porque el pitillo es un tipo de prenda bastante exigente para probarse, o sea, hay que sacarse las medias, los zapatos, saltar en un pie mientras metes el otro pie, luego hacer un movimiento de "carrera de costalillos" para subirte el pantalón y, como el pitillo es apretado desde abajo hasta arriba, pues uno nunca sabe si el pinche pantalón le va a quedar sino hasta que termina la carreras de costales...y es EL STRESS que termines la carrera y el pitillo de mierda NO TE QUEDE. Claro que eso a mí nunca me ha pasado eh?). La cosa es que estoy en severa gestión de prueba, pensando en POR QUÉ estoy haciendo compras acompañada y preguntándome POR QUÉ se me ocurren estas cosas, cuando siento UN AIRECILLO a mis espaldas (o sea, no un pedo, sino un aire suavecito. No perdamos la prestancia pues). Cuando volteo a ver... había un niño conmigo en el vestidor. Un niño. O sea, yo estaba en mi pose "tomando impulso para saltar con el costalillo" y con uno de mis siempre exitosos calzones gamarreros y había un niño conmigo en el vestidor. Lo miré impávida (Me hubiera subido el pantalón, pero repito, era un pitillo) y el pequeñito este, de unos 7 años como máximo y con los ojos abiertos como ventanas de lunas nuevas, me dijo: "¿Viste a mi mamá?" y sin dejar que le responda, se fue.
Y esa fue mi señal. Seguiré comprando sola.
Lo mejor de todo fue mi convi Tik, que ya al salir de la tienda me preguntó bajito: "Lau, ¿Qué hacías con ese niñito en el probador?". O sea, encima de todo, pederasta.

miércoles, junio 18, 2008

Manicure de la muerte.

Últimamente estoy recordando lo que sueño, lo cual es positivo dado que con eso tengo muchas cosas curiosas por investigar. Mis sueños son bizarros. Pero no "bizarros" como la gente que se encuentra con la Virgen de Fátima o que ve como alguien de la familia se va a enfermar o volver rico. No, no. Por algún motivo mis sueños siempre tienen un final lamentable para mi misma. En mi última aventura abrazada de Morfeo me encontraba yo en casa de mis padres en Lima, exactamente en el escritorio del Papito Alfonso. En eso, en escena aparece Luz Marina, una muchacha guapa y chaposa (Aun más que yo en clima serrano, aunque sólo me refiero a lo de chaposa. Jaja.) que trabajó en mi casa hace muuuuucho tiempo, incluso antes que Leo, que está con nosotros casi una vida de universitario completa (Hago esta aclaración porque, en realidad, la expresión "una vida" es medio ambigua toda vez que yo con 27 soy "una vida" y mi sobrinita Fátima con 2 años también es "una vida". Y nada, déjame hacer este tipo de aclaraciones absolutamente innecesarias). La cosa es que yo llego al escritorio y veo que Luz Marina tiene las uñas pintadas de rojo, por algún motivo YO SÉ que ella se ha pintado las uñas con MI esmalte, entonces la saludo y ella inmediatamente oculta las manos. Yo no logro entender por qué no me sorprende ver a Luz Marina después de tanto tiempo, tampoco se qué hago yo en casa de mis padres en Lima y menos me explico como hizo Luz Marina para tomar prestado mi esmalte de uñas de la cómoda que tengo en la habitación... en Buenos Aires. Igual le digo que me muestre sus manos, yo no estoy molesta ni nada, simplemente curiosa de ver cómo le quedó el esmalte (Es que yo me pinto las uñas como si me las pintara con guantes de cocina. Awful, awful). A todo esto, dentro del sueño recuerdo una particularidad que tenía Luz Marina... la chica era medio mística: Sabía leer las hojas de coca, siempre tenía una explicación "alternativa" para los fenómenos climatológicos y juraba que era hija de su mamá y... un lagarto (Otro día contamos la historia del intercourse de su mamacita y el amigo reptil). Y bueno, ante la negativa de LM para enseñarme sus uñas, yo insistía e insistía... pero nunca molesta sino más bien cargosa jajajaja, y es entonces que, de la nada y sin que yo pueda anticiparlo, Luz Marina saca las manos que se había guardado atrás de la espalda y ¡Me empieza a ahorcar! ("Para qué la cargoseas" pensé). Yo sentía la presión de sus manos, guapamente acicaladas, en mi cuello... pero ¡En serio! y cuando me empiezo a desvanecer, me despierto de un salto en la cama y me sorprendo al ver que SOY YO la que se está ahorcando. O sea, esto ya no es parte del sueño... yo me despierto y tengo las manos en mi cuello. La Tía Lauris is killing herself. Horrible, horrible. Entonces, sobresaltada, despierto al colocho y le cuento que me había pasado y, igual que la mamita olga y sus explicaciones inventadas me dice: "Eso es por la posición en la que has dormido, sácate la mano de la panza y ya no vas a soñar feo". ¿?
Claramente, yo soy la única en shock ante mi casi muerte.

jueves, junio 12, 2008

Yo le creo a mi mamá.

Cuando era chica la Mamita Olga me decía que el Coco me iba a comer. Luego crecí y conocí a mi entrañable amigo Coco, el cual después de 10 años de amistad maravillosa me sigue amenzando con lo mismo. Y es que uno se queda con las cosas que de pequeño le contaron sus padres, maestros, o hasta cualquier extraño (de esos con los que no debes hablar ni a los que les debes recibir caramelos. ¡Ojo!). El otro día tuve un sueño feo (La palabra "pesadilla" me disgusta, prefiero decir que soñé feo, o sea ¿Por qué "pesadilla"? ¿Acaso un sueño lindo es una "livianilla"? En fin). El sueño tenía lugar en Buenos Aires, exactamente a la salida del centro comercial Recoleta Design, ahí donde la gente con mucha plata compra accesorios imposiblemente hermosos para su hogares igualmente bellos. Por algún motivo, yo, que no tengo ni plata, ni accesorios y menos casa propia (Por favor deposite sus donativos aquí. Jajaja.), venía saliendo de ese lugar acompañada del colocho y de su mamá (Por qué sueño con la madre de mi conviviente, eso pregúntenle a Freud). La cosa es que salimos los tres caminando y pasamos al lado de un grupo de gitanas (Nunca ví una gitana en Buenos Aires, pero déjame, es mi sueño feo) y entonces la mamá del colocho le dice que se guarde "la plata" en "otro lado", que ahí están las gitanas, todo esto mientras yo, instintivamente, lo cubría como para darle "espacio" para que se guarde "la plata" en "otro lado" (No entiendo mi derroche de comillas). Al ver que las gitanas se acercan a nosotros, le decimos al colocho que se vaya corriendo (Y digo "le decimos" porque no recuerdo si fui yo o fue la mamá quien lo dijo, entonces prefiero optar por el criterio "teamwork". Obviamente me convendría mucho más decir que fui yo puesto que quedo como la heroína del mal sueño, pero me siento modesta esta mañana). Una vez que el amigo bogotano se ha ido, me doy vuelta y me encuentro cara a cara, face to face, tete a tete con una de las gitanas (A todo esto, no recuerdo el aspecto de ninguna, la verdad no sé por qué insisto en que eran gitanas. Jajaja). Entonces, esta mujer me pide que le entregue "la plata" y al decirle yo que no tengo nada, la gitana saca unas tijeras de mango rojo (Igualitas a las que tenemos en la cocina de la casa. Ojo, Ojo!) y ¡Me corta las venas de la muñeca! Hasta ahí me acuerdo. Me gusta pensar que terminé fenecida en las puertas de Recoleta Design, dado que de esa forma si sería la heroína del sueño (Es que ya estuvo bueno de modestias). La cosa es que despierto y le cuento al colocho todo esto y el me dice: "No te preocupes, fue sólo un sueño". ¿Y saben qué pensé yo?: "Claro, no es posible que eso pase. En Buenos Aires no hay gitanas. A parte, las gitanas no roban plata, lo que hacen es llevarse niños".
Bien adulta mi lógica ¿no?
Bueno, igual todo es culpa de la Mamita Olga.

martes, junio 10, 2008

Ay las compras.

Uno va por la vida caminando, pensando, viviendo. Yo voy por la vida tropezándome mucho y meditando poco. Aunque hago bastante introspección mientras camino, no siempre estoy pensando en algo, la mayoría de las veces sólo hago espiral de ideas y voy añadiéndole pinceladas a todo ese espasmo de colores que suele ocurrir dentro de mí. Todo este chamullo –que le presto a cualquiera al que le esté faltando una buena pick-up-line- viene a colación debido a que me encontraba justamente caminando por la Av. Cabildo y pensando en pajaritos cuando reparo –como buena chica soltera viviendo lejos de casa- que han abierto un nuevo supermercado cerca, cerquísima a mi actual vivienda ubicada en el tranquilo-señora paseando perros-abuelita tomando mate-niñitos jugando pelota-barrio de Núñez. Esta inauguración me emociona porque, digamos que la oferta de supermercados por esta zona no es necesariamente estratégica para mí. O sea, tengo un “DÍA” a media cuadra, ¡Pero en ese súper a uno le cobran por las bolsas! Y bueno, me rehúso a dos cosas: a) Pagar por bolsas de plástico y b) Llevar un carrito como las abuelitas del barrio. También tengo un “LEADER PRICE” a 4 cuadras, pero por más que este súper sea muy líder en sus precios, ¡Es el rey del desabastecimiento! O sea, hace meses que vivo en Núñez y hace igual cantidad de tiempo el sitio está lleno de cartelitos que dicen “Nos estamos mudando y ES POSIBLE que no encuentre todos los productos que busque”. Ahora, hay un “COTO” bastante completo a 8 cuadras, las cuales puedo caminar sin problemas… de ida. ¿Luego cómo me regreso con las bolsas? O sea, yo ya soy aparatosa para caminar solita… con mercado encima ya me estoy visualizando tirada en la pista (Igual que las abuelitas que jalan un carrito, pero con algo más de caché). Entonces, dado todo esto, fue de gran algarabía en mi vida que abrieran un CARREFOUR a 6 cuadras de casa. Al notar el local nuevo, decido entrar a verlo por más que las compras nos las fuera a realizar en ese momento: La vista es espectacular, súper abastecido, limpísimo, los carritos son nuevos, la gente sonríe, casi hay pajaritos cantando. Me embadurno de toda esa melcocha con sabor a nuevo y agarro un carrito pequeño de color azul para empezar a hacer compras… no importa que no sea día de hacerlas. Casi danzo entre las góndolas mientras voy agarrando pan, pasta, salsas y etcéteras a la vez que disfruto de un rico bossanova en los parlantes del lugar. De pronto, una mujer se me acerca y pregunta: “Disculpá, ¿Qué hacés?”“¡Buscando la salsa filetto!” le respondí algo eufórica para mi gusto (Sabe Dios qué habrá pensado el resto). “Ehm… el súper está cerrado, ¿sabés?”… “¿Cómo cerrado? ¡Si hay mucha gente!”“Y sí, pero son todos reponedores che, recién inauguramos en 3 días”… “OH” dije yo (con toda la dignidad del caso) y como presidiaria entregué mi carrito azul y emprendí mi walk of shame hasta la salida.

Y se arruinó todo. ¡¿Cómo voy a volver a un supermercado del que me han echado?! (*)










(*) Volví a ir el fin de semana con el colocho, él no sabe, pero yo sé que la gente me miraba. YO SÉ.