sábado, febrero 27, 2010

Tres cuestiones tres (*)

Dicen que la distancia es el olvido, pero en este blog claramente no concebimos esa razón (es pertinente comentar que nos agrada la versión de La Barca que hace Luis Miguel. Listo, lo escupimos: los cuadríceps se nos tornan trémulos cuando pensamos en El Sol). Y es que por más que yo dejé el nido familiar hace varios años, no he logrado despercudirme de las viejas mañas aprendidas en él; y ahora que he retornado a esta residencia samborjina convivo con el diario darme cuenta de que la mamita Olga mantiene intactas sus particularidades y, si acaso, las ha potenciado llevando el término reloaded a un nivel impensado, prodigioso; vamos, altamente diestro.


Cuestión 1, la mamma mía ejercita su incorrección política con la furia de un adolescente urgido. El otro día me preguntó si yo me inventaba este blog. No madre, cómo crees. le dije. ¿Entonces quién es el que te dejó la marca en el cuello a los 21 años? me sorprendió. Ay, mami. ¿qué te importa? repliqué ensayando frescura. Yo creo que es fulanito, sino también puede ser menganito. tentó, vivísima. Ja, te veo bastante aplicada Olguita ¡bien! (Los que me han gozado -¡epa!- dirán que soy caradura al sacar al frente de esta forma a la mujer que me ha dado de lactar; así que para quedar even con ella les cuento una mía de la que no dejo de reírme: hace como 4 años salía con un chico al que le dije que el grado de summa cum laude me parecía de lo más pretencioso. Hace poquito y a través de linkedin -mira qué moderna tu tía Lauris- me enteré que aquel querídismo tenía ese laurel académico. Mamita, ¡no hay duda que soy tu hija!)

Cuestión 2, ¿qué onda el teléfono inalámbrico nómade? A ver, entiendo el concepto "sin alambres" y que qué lindo. No obstante, aún pienso que el aparato este debería procurar estar colocado en el dock cuyo espíritu es precisamente ese: ¡contener el teléfono! Supongo que tras años de sentirse encadenada a la pared por culpa de las primeras versiones del invento de don Graham, hoy en día mi mamá se permite la obscenidad de pasearse por la casa en un charle que te charle que pareciera no tener fin, pero que cuando lo tiene nos deja como corolario que el aparato telefónico aparece en el baño, en el jardín o en las escaleras. Nunca le den un bluetooth a mi mami que estoy segura que sale calata a la calle. (Call it even #2: hace poco salí en toalla al balcón de casa y tenía el celular entre el hombro y la cabeza. Al levantar el brazo para colgar la toalla de mano ¡zaz! se me cayó la del cuerpo. Quedé desprovista de toda prenda y a la intemperie. Eso sí, el celu ni se movió y la persona con la que hablaba nunca supo que al otro lado de la línea había una chica desnuda)

Tengo una cuestión 3, pero soy marica y no la soltaré. Convengamos que la mamita Olga me echaría a patadas de la casa y en ese caso no podría acogerme al refrán del que me colgué para volver a este hogar: quien se va sin que lo boten, regresa sin  que lo llamen. Perdonen la tristeza (**).




(*) El título capicúa hace referencia a la foto que ilustra este post, la misma que ha sido tomada del Facebook una muy querida ex-conviviente. Detalle curioso: las 3 formas de hacer el número 3 con las manos corresponden, en sentido horario, a Brasil, Argentina y Perú. ¿Qué interesante no?
(**) Vamos César Vallejo, todavía.  

lunes, febrero 22, 2010

Amiguito especial: no te quiero saludar

De un lado están las cosas que uno no entiende y vive tranquilo con esa cuota de incomprensión en su vida. De otro lado están las situaciones que plenamente adolecen de nuestra capacidad para asimilarlas como reales y que al ser testigos de ellas no podemos sino cuestionarlas y dar de alaridos paganos diciendo: ¿Por qué hace eso la gente? 

El primer lado denota una enorme apertura mental y además una grandeza emocional envidiable. Ergo, a ese sector no nos vamos a referir puesto que la presente bitácora persigue con altísima procacidad todo lo contrario. Ahora, al segundo lado le tenemos una cariño especial porque nos recuerda que a pesar de los rumores que aducen lo opuesto, somos humanos torpes, estúpidos y supinos hasta la pared de enfrente (una prueba de ello es que insistimos en hablar en plural aún cuando varios profesionales han corroborado que no somos hermafroditas. Eso sí, no vamos a revelar el área de expertise de los mencionados graduados). 

Diablos, pero qué preámbulo para más largo. Casi hemos perdido la brújula -aunque en verdad nunca hemos sabido usarla, a quién engañamos. Vamos de vuelta. La premisa de este escrito es compartir con la blogósfera y balnearios una astilla que tengo clavada en el corazón: ¿Por qué los hombres se agarran tanto la entrepierna? O sea, ¿qué onda? (A propósito: me invitaron a probar Chatroulette! y nada, hablando de zonas inguinales me pareció propicio el paréntesis. Oh, boy)

Y es que el otro día hacía un poco de lo mío en el supermercado y no pude sino escandalizarme con la cantidad de hombres de toda edad que intercalaban pesadas de papas y escogidas de lechugas con las respectivas sobadas a sus partes (in)nobles. No me parece. ¿Cuáles son los móviles? No puede ser que el amigo penne rigatti se desacomode tanto y presumo la misma suerte para los amigos quinotos. ¿Cómo pueden los hombres ser capaces de, con la misma mano, agarrar la papaya del jugo mañanero y darle un saludito a su compañerito especial? No, no. Esto escapa terriblemente a mi lado izquierdo del cerebro (y vamos, al derecho también).

De lo único que tengo certeza es de que exijo una explicación (Condorito dixit). Y espero una buena ¿eh? No me vayan a venir con argumentos absurdos como que el pipicito está expuesto y al alcance de la mano y que por eso hay que estarlo tocando. Convengamos que las mujeres no vamos campantes agarrándonos las tetas y luego seleccionando el mejor surtido de mariscos para el cebiche del domingo. Por último, si la mentada tocadita es impostergable y no hay de otra ¿le puedo pedir a los propietarios de autoservicios y supermercados que se provean de dispensadores de alcohol en gel -con sabor a rocoto- para que estos pánfilos aprendan de una buena vez a dejar de acariciarse en público? ¿No es mucho pedir no? Es que ya me tienen curcuncha, caray.

lunes, febrero 15, 2010

¿Qué estaré pagando?

Yo no soy muy playera que digamos pero me encanta entrar al mar, literalmente tienen que aventarme una manta raya para que retire mis carnes del agua. Tampoco soy muy amante del bikini pero comprendo la necesidad de usarlo en lugares públicos (como este desde el que les escribo a pesar de mi auto-exilio). Ahora, siempre supuse que habría consecuencias -venganzas del universo- por mi poco fanatismo hacia la arena y mi desdén confeso por las peripecias que la fémina atraviesa cuando pretende lucir -apenas dignamente- un terno de baño (así le dicen en Ecuador al bikini y lo comparto pues me causa honda ternura).

No obstante, jamás pensé que la vida me cobraría centavo a centavo -como quien desangra a un pollo con gotero- tan imperdonables soberbias de mi parte. Y es que no es de creer la cantidad de disparates que me han acontecido desde que empecé estas vacaciones del mal (Sábado 13/02 - 6am). Primero, la hora. O sea, ¿quién sale a las 6am de vacaciones? ¿Acaso the whole idea de vacacionar no es poder levantarse tarde? A destiempo comprendí que el propósito de hacerme madrugar tan obscenamente era poder tomarme una foto babeando el cinturón de seguridad (adjuntamos registro).

Luego, ¿qué onda la payasada estudiantil en los viajes, eh? Claramente mi familia no me respeta (¿alguien lo hace? Espero que alguno esté levantando la mano en este momento). Ocurre que como el espíritu del periplo -tan rico que suena esa palabra: periPLO- es recorrer muchas playas hasta llegar al norte más norte del Perú, hemos estado haciendo paradas técnicas para cosas importantísimas como tomar fotitos y tener qué subir a Facebook (porque si tus vacas no están documentadas en Facebook, entonces no te fuiste a ningún lado pues reina. O sea * Hello * Ubícate. Ja, así dice mi sobrina Noelia (09))  ¿Y qué fue? Ahí está una de las fotos creativas que MI FAMILIA me toma (Por cierto, un saludo a todos los finos residentes de la pujante Paramonga).

Después, ¿algún especialista en insectos abordo? En verdad requiero una explicación respecto a la evolución de algunas especies a lo largo del litoral patrio. Conforme voy escribiendo, mi prontuario de asesinatos de bichos va in crescendo. Mi arma homicida es la más reciente revista Somos -que me traje para el camino, mira qué fan. Y nada, lo más espeluznante que maté hasta ahora ha sido un presunto torito disfrazado de tortuga galápagos. Qué tal vainaza, carajo. Desde aquí puedo ver su cadáver mientras sorbo Powerade Multifrutas para recuperarme de la gresca. Torito del mal, de bicho a bicho te digo: no pudiste conmigo la puta que te parió.


Por último, tengo a mi sobrinito Franco (06) de compañero de habitación. Yo no sé cómo está decodificando mis transmisiones este mozalbete pero hoy a la mañana yo tomaba sol y el niño me palmeó la espalda y me dijo: "¿Cómo estás, yegua?" No sé ustedes, pero yo -ni con todos los chilcanos y cubalibres que traigo encima-  logro gesticular un What The Fuck? que abarque esta situación.



*En la foto aparecen Noelia y Franco, que además de insólitos son surfers. Sí, súper chinches. :)

miércoles, febrero 10, 2010

La asustada (sin teta)

Está claro que el niño que en el pasado recibía múltiples lapos en la nuca es el hombre del presente que porta 3 celulares y está anotado en la waiting list para el Nexus One. También es un hecho que la niña que en el pasado fue al menos entrada en carnes -trozudita prefieren algunos- es la mujer del presente que constantemente se siente una vedette cuando se pone alguna ropa un poco apretada. Convengamos que a mí en el cole nunca me metieron un lapo; convengamos también que yo de chica no dejé pasar una sola comida. Vamos, nunca fui la más gorda del salón, pero bien cerquita que estuvimos (¿les había comentado que lo que más me gusta de mi cercanía a los 30 años es que me llega todo? Bah, ahora lo saben).

¿Y qué estragos me ha traído mi pasado, digamos, contundente? Pues que en el presente sigue vigente mi alma de gorda. No puedo con ella. Mis caderas que parecen carreteras (AKA "el caderón playero") me persiguen a una velocidad que soy incapaz de rebatir y ni todo el amor que hay en mi corazón (que es un montón, sépanlo) ha logrado querer a esa porción desbordante de mi ser. Las personas que hacen deporte -esa gente que es toda festiva y que parece carecer de problemas- siempre me recomiendan involucrarme en alguna disciplina física que me ayude, al menos emocionalmente, a superar mis traumas de cadera, pero la verdad es que me da flojera invertir tiempo y dinero en ese pedazo -y qué pedazo eh- de mi cuerpo que no va a desaparecer, porque lo mío no es un problema de peceto o trasjamón, sino que yo más bien sufro de una pronunciada colita de cuadril (y mira todos los cortes de carne que aprendí en la Argentina. Ojo, eh)

Lo peor de esta situación es que estoy absolutamente sola en la cruzada puesto que yo nací Zaferson y mis hermanas nacieron Mendoza. Es decir: mis sissies tienen bubbies y yo no (Pude haber dicho que yo tengo caderas y ellas no, pero sentí el impulso de contarle al mundo sobre las tetas de mis hermanas. Es que yo no me hundo sola, carajo. Al menos esas dos vienen conmigo). O sea, mi ausencia de carnes en el entrepiso de mi anatomía hace que mi planta baja se vea aún más importante (De pronto aluciné a Jordi Puig diciendo: "Esto es lo que vendría a ser el cuerpito latino de tu tía Lauris"). No obstante, aún cuando batallo esta gesta en solitario, mi familia y amigas feel my pain in every way the can, y es por eso que hace poquito recibí un regalo tan escandaloso como lleno de amor: dos pares de sostenes con harto push-up. Ambos son de la línea PINK de Victoria's Secret y con ellos -se presume- que mi cadera se verá más pequeña. 

Yo sé que esto suena a disparate pero me estoy basando en la pura geometría espacial para afirmarlo. Dios sabe que la que suscribe es una persona de letras, pero flaco, dame chance una vez por fa. Ya sabes, mis push-ups y yo te hemos prendido una misionera.  

lunes, febrero 01, 2010

¿El fin del mundo está cerca?

Que delicia me significa probar un poco de alguno de los objetos de mi pasión. Hace unos días, ejercité mi derecho a salivar y gocé viendo en pantalla gigante al controvertido y eróticamente inadecuado Robert Downey Jr. (Que por favor nos coja confesadas. O sea... Dios, no Robert. Ojo, eh). Me tiene sin cuidado que el ex-marido de Madonna -Guy Ritchie- haya repetido recursos de Snatch o si la fotografía estuvo así o asá. Por Robert nos ponemos 27 enaguas y toditas las dejamos caer, gustosas y acaloradas. Y es que nos gustan los malos. Qué le vamos hacer. 

Ahora, como si aquel bombón asesino no hubiese sido suficiente (súper grasa mi referencia, lo sé), al salir de la sala de cine mis antenitas de feromonas detectaron la presencia de un guapo que iluminaba el lugar. A ver, entre Downey Jr. y Jude Law ya teníamos la presión arterial haciendo piruetas por encima de la cabeza, y ahora con este nuevo objeto (perdón, chico) sólo nos quedaba sonreír pensando qué bien hechecitos están algunos muchachos en nuestra querida Lima. 

Mi entrañable acompañante -que es ciertamente más viva que yo- me hizo notar que el mentado churro estaba escoltado por un elemento femenino con olor a novia (Ese aroma es conocido, es mentira eso de: "Ay, no sabía que estaban juntos"). Yo miré a la chica. O sea, está bueno analizar "cómo así" ¿no? Y ojo que esto no es envidia sino que el juicio más imparcial que he emitido en mi vida: la flaca era un 4 y más fea que bebé de canguro (infórmate aquí). ¿Qué hacía ella con un churro tan churro? Nunca lo sabremos porque el sementalito este tenía ojos sólo para ella y no tuvimos corazón -ni oportunidad- para interrumpir tamaño embelasamiento.

Yo no sé si el mundo se va a acabar en el 2012, pero lo cierto es que hay muchos chicos que se la han creído y están perdiendo la cabeza. Pero esto no es envidia, no, no.