domingo, julio 26, 2009

Everybody in the SOUTH let me hear you say: OH! OH!

El argumento de muchas novelas gira alrededor de una gran mentira que se mantiene oculta por 150 capítulos o hasta que se van los auspiciadores y hay que terminar la historia sí o sí. En la mayoría de los casos, la mentira es sostenida por una persona mala que mantiene a una bella heroína alejada de un guapo héroe y, en la minoría de los casos, la novela acaba en que la mala se queda con el churro y ese sí es un final sorprendente –aunque con poco rating porque a las novela-lovers no les gusta ver cosas que realmente podrían pasar en la vida real.

Este preámbulo surgió en mi cabeza cuando la novela de mi vida llegó a su final (poco soprendente) hace unos días. Encontrábame muquiendo un platillo de mi creación y autoría (los comensales me dijeron que quedó muy rico, así que la redundancia es totalmente merecida) y charlando acerca de temas varios (tengo facilidad para hablar sobre absolutamente cualquier cosa; de lo que sé –casi nadie me pregunta sobre esto- de lo que no sé –y me invento todo lo que digo- y con mayor frecuencia sobre lo que NPI – “no poseo información“ o “ni puta idea“. Up to you); entonces, en pleno deguste aparece el tema del fanatismo extremo que algunas chicas tienen por diversos grupos musicales. Yo conté sobre mis hermanas y su locura juvenil por el grupo Menudo (que a mí también me gusta, no lo voy a negar) y sobre una de mis primas y su desvanecimiento total por los venezolanos Servando y Florentino (yo me sé algunas letras de Salserín, tampoco lo voy a negar). Luego, recordé que en algún momento de mi vida existió un grupo llamado MAGNETO. A mí me gustaba ese grupo, o sea, mi hermana tenía una foto de un tal Alex pegada en el espejo de su cuarto (que también era MI cuarto, pero de eso ella solía olvidarse) y yo junté las propinas que no me daban (de hecho, no tengo idea cómo conseguía dinero ¿?) y me compré una foto de un muchachito Carlos que luego de años volvió al Perú siendo solista y ya se llamaba Charlie (hizo algún tipo de crossover supongo).

Entonces, en la novela de mi vida, Magneto es “el héroe“ y la que suscribe es “la heroína“. ¿qué quién es “la mala“? Pues la sociedad. La sociedad de mente cochambrosa que permitió que por años yo cantara una canción de lo más inocente y que ahora -15 años después- se le ocurrió revelarme a través de una de las comensales de mi sabroso platillo inventado que “Al sur“ de Magneto es una apología a Sodoma y Gomorra, la pedofilia y quién sabe a qué más.

Yo, heroína de pura cepa, no podía creerlo y tuve que buscar la letra en internet. El resultado fue funesto y sonrojador:


Al sur

Recuerdo bien el patio de tu casa
mi sitio favorito el fin de semana
con la luz apagada
para ver las estrellas
hacia el sur

Tus jeans eran algo tan detestable
no permitían iniciar la batalla
echados en la hierba
me gustaba explorarte
hacia el sur
al sur

Hasta que un día nos pescó tu padre
y me corrió a golpes de tu vida
pocas veces nos vimos
yo emigré con los años
hacia el sur
al sur



Después del “Papá Noel no existe”, creo que esto es lo peor que me ha pasado.

lunes, julio 20, 2009

Everybody needs closure.

Hace mucho tiempo sé –digamos hace 20 años- que soy un poco vieja (quisquillosa, lapa, chinche, insoportable) con el uso del lenguaje. Uso frases de la abuela (y de la bisabuela), me gustan los refranes (yo diría que a diario menciono al menos uno), incorporo palabras antiguas a mi vocabulario cotidiano y, cuando me encuentro con un término que me es novedoso, lo adopto como a niño perdido y le doy uso con el mismo amor y cuidado con el que una madre le prodiga su primer baño de tina a un bebé.

Hay, sin embargo, palabras que no comprendo por qué usamos; o sea, entiendo el contexto mas no el sustento. Me pasa especialmente con los clásicos cierres que se usan para escribir pequeñas o grandes cartas. Por ejemplo, el popular atentamente. Todos lo usamos y, cuando lo hacemos, sentimos que nuestro e-mail quedó más formal, que le aumentó el nivel de profesionalismo a lo que fuere que estuviésemos escribiendo, que nuestro IQ subió al menos 3 décimas al teclear la última e del a-t-e-n-t-a-m-e-n-t-E.

¿Pero saben que he notado? Que muchas personas deberían abstenerse de usar la palabra atentamente dado que cuando lo hacen, están mintiendo. ¿Cómo alguien puede no colocarle subject al e-mail, escribir mal el nombre de la persona a quien lo dirigió –para su desgracia, yo-, luego redactar párrafos enteros sin considerar si quiera regalarle una mísera coma al destinatario que luego leerá –de modo tal que éste no muera asfixiado anhelando una pausa de signo de puntuación- y tener la desfachatez de anteceder su firma con atentamente? Un maldito cuy hiperquinético tiene más derecho.

También están los fanáticos del cordialmente. ¿Qué queremos transmitir exactamente con esto? La palabra cordial viene de corazón (por eso, en algunos lugares se le llama dedo cordial al que nosotros conocemos como dedo medio o dedo del corazón ¿no estás tan feliz como yo de haber aprendido algo nuevo? Yeiii! ¿?). Entonces, convengamos: ¿cuántas veces le has mentido a tus clientes actuales o potenciales, a tus superiores o inferiores, y ni que decir de a tus proveedores?

Verbigracia:
  • “Estimado YY: Lamento no aprobar tus vacaciones. Cordialmente (o sea, de corazón y con todo el amor del mundo), XX”
  • “ZZ: Creo que tu propuesta debería ser mejor. Me gusta, pero no me mata. Cordialmente (o sea, en verdad te quiero), GG”
  • “Señor PP, le hacemos llegar nuestros mejores precios. Cordialmente (o sea, jamás te mentiría ni estaría inflando mis tarifas, porque tú eres la razón por la cual mi pequeño corazón es capaz de realizar su secuencia de –google it- sístole y diástole), KK”
Dicho esto, propongo poner de moda el neutral y carente de emociones: Saludos. O tal vez el económico: Un saludo (esto es para los que temen abrumar a su destinatario con una excesiva carga de afectos). ¿Qué opinamos?

Distraídamente,

LZ.

lunes, julio 13, 2009

Momentos lúcidos

A veces pienso en cosas raras. O sea, no es que tenga ideas malignas ni que por ratos me invadan ganas de acabar con el mundo, sino que... me pasa seguido que filosofo sobre temas que, o me parece que las personas no han reparado en la importancia que tienen estos tópicos; o considero que si lo han hecho, no me lo han comentado (y si lo hicieron, pues me olvidé –lo cual veo improbable porque me jacto de tener un vasto espacio en mi cabeza para acumular asuntos sin importancia). Para muestra, un botón: ¿han notado la incongruencia de la expresión “me cago de miedo”? En virtud de la verdad, esa frase es un completo disparate. Procedo a elaborar.

O sea, uno tiene esfínteres ¿no? (Antes de que me olvide, en el post anterior me hicieron la consulta médica siguiente: “¿las esfínteres no controlan otras cosas?” Bueno, mi respuesta médica -sacada de Wikipedia, jeje- es esta) Ahora sí, volvamos a lo que nos acontece.

Acá va mi teoría:

Cuando uno se encuentra en una situación difícil, de gran temor, de pavor tremendo… ¿qué hace? Pues, uno aprieta. No lo niegues. Yo aprieto, tú aprietas, él aprieta, todos apretamos la cola ante cualquier adversidad. Esto es un hecho real que nos atañe a los seres humanos (y tal vez a algunos animales, a veces pienso en eso también). Entonces, dicho aquello y admitido esto… queda comprobada la imposibilidad de la frase “me cago de miedo” puesto que, digamos, al cerrar el asterisco, no es factible concretar el proyecto de hacerse popó encima. Y, en honor a la lógica, a la coherencia y casi a lo bíblico, la frase que debiera ser de usanza común en circunstancias poco felices es: Me estriño de miedo.

Seguiremos informando sobre otros nuevos hallazgos, a la brevedad.

lunes, julio 06, 2009

To do and not to do.

A ver, partamos de algo muy sencillo:
Uno hace caca en su casa y sólo en su casa.

Entiéndase por casa a ese sitio loco, loco que te acoge por las noches, al aposento donde hay un mueble en el que viven tus calzones, a la edificación donde guardas cosas tan dísimiles como básicas en tu vida:

(1) El pasaporte
(2) El cortauñas

(Como verán, podemos llamar casa al lugar en el que pasamos más de un día con su noche completita. Ahora, si eres workoholic y pasas semanas enteras en tu trabajo, bueno, creo que los whereabouts de tu popó no son tu principal problema).

Es que, en verdad, uno no debe hacer popis en el trabajo. Y no se trata de una preferencia antojadiza o de un capricho del dedo meñique de algún quisquilloso. No, no. En este caso no hay libre albedrío como ocurre cuando uno decide si echa azúcar o edulcorante al café, sino que existe una dictadura escatológica donde ESTÁ MAL hacer las necesidades fisiológicas en otro lugar que no sea tu domicilio y ESTÁ BIEN horrorizarte si algún ser que circunda tu entorno realiza estas prácticas salvajes y de absoluta carencia de prestancia. Me cansé de los reyes del namber tú.

No es un descubrimiento que hay miles de motivos para no hacer del número dos en cualquier lado -todos los sabemos- pero dado que me siento abrumada por la cantidad de personas que no aplican la regla del "@ home only", me veo en la necesidad de colocar bullets señalando los cuatro que pienso como los más contundentes:

  1. ES UNA FALTA DE CRITERIO: ¿Cómo vas a hacer tus deposiciones en el trabajo? O sea, ¿qué te pasa? ¿No controlas tus esfínteres? Hay un motivo por el cual uno empieza a trabajar cuando su edad tiene por lo menos DOS dígitos. Repeat after me: No pooping at work.
  2. ES ALGO QUE DEBERÍAS PLANIFICAR: Si a pesar de tener claro que es una falta de clase inmensurable depositar miasmas en los inodoros de tu centro de labores, insistes en llevar a conclusión estos proyectos nefastos... ¿Por qué hacerlo a las 9:30 am? O sea, sincerémonos... esa gestión debiste haberla realizado en tu propio toilette ¿no?
  3. ES UN ACTO CON CONSECUENCIAS QUE ATAÑEN A TERCEROS: Extra, extra, los perfumitos "ambientadores" no atenúan el problema. ¿Te acuerdas cuando estabas en la secundaria y algunos compañeros eran abandonados por su desodorante y se re-aplicaban el producto sin asearse antes? Bueno, el resultado es igual de fétido. Echar rosas sobre el lodo no lo hace menos fangoso.
  4. ES UN TEMA QUE DEBERÍAS PREGÚNTAR: ¿Eres un conejito y estos avatares escatológicos te sorprenden casi apenas terminaste de comer? Saca una cita con el doctor, consúltale a tu mamá o, ¿por qué no?: DEJA DE COMER LAS COSAS QUE TE CAEN MAL, POR LA QUE TE PARIÓ.
Y sí, puedo ser intolerante con ALGUNOS TEMAS.