ta-TÉ-ti
Hagámoslo sin vaselina (pude haber escrito "Digámoslo sin asco" o "Vamos sin preámbulos", pero sospecho que la introducción que elegí me va a rebotar más búsquedas en Google. ¡Bien!).
Va de vuelta: yo me pregunto: ¿qué onda el té? O sea, en serio. Me fui del Perú apenas empezado el año 2007 y Dios es mi testigo de que nadie tomaba té en este país. De hecho, hasta hace poco se podía identificar sólo 2 tipos de bebedores típicos de té: el resfriado y el enfermo del estómago (En esta parte algunos se alzarán a decir "¿y qué pasa con los "té de tías"?". A ellos les digo que durante toda su vida, la Mamita Olga ha sido una ávida asistente a múltiples eventos que en su nombre llevaban la palabra "té": El té de las Damas de San Borja, El té de la Directiva del Club Huancayo, El té de las ex-alumnas de María Auxiliadora, El té de las esposas de los ex-alumnos del colegio militar, y un largo etcétera. Por años he observado a mi madre ir y venir de esas reuniones y créanme cuando les digo que ahí nadie toma té. Dejémonos de inventar por favor).
Como prueba adicional, pongo los adjetivos que mis hermanas me lanzaban cada vez que yo encontraba ocasión para beber té: cuando pedía té jazmín en los chifas; posera, cuando le sacaba el jugo al 2x1 en Long Island Ice Tea de TGI Friday's; alcohólica, cuando quería que me enviaran una caja de "Passion Tea" a Buenos Aires; atorrante (Starbucks no había abierto en la Argentina en esa época).
Como si en este punto hubiese necesidad de más evidencia, comparto con ustedes que fue el frío bonaerense el que me hizo participar de una costumbre que antes había visto sólo en películas: el té con leche. Resulta que en la Argentina la gente no se reúne a "tomar lonche", sino que "a tomar el té". Algunos toman cualquier cosa menos té, pero hay muchos que efectivamente mezclan té, leche y el edulcorante de su preferencia.
Y bueno, convengamos que de 28 millones de peruanos, un porcentaje mínimo tiene anotado en su agenda "Té a las 5pm con fulanito".
Y bueno, convengamos que de 28 millones de peruanos, un porcentaje mínimo tiene anotado en su agenda "Té a las 5pm con fulanito".
¿Pero qué pasó, entonces? En 2008 vine de visita corta y una amiga me sorprendió preguntándome si quería tomar té burbuja. De inmediato pensé que se trataba de alguna bebida gasificada y como no soy fanática de la gaseosa (a menos que venga mezclada con licor), pues decliné la invitación.
Luego de investigar un poco, recién este año probé el famoso bubble tea. Debo decir que fue una experiencia traumática en la cual tanto la garganta del amigo @uterope como la mía fueron brutalmente desvirgadas por una recatafila de pelotas de yuca (tapioca, mandioca, la misma vaina).
En conclusión: el té burbuja fue una experiencia para no repetir y nunca más atinada la expresión gringa de not my cup of tea.
Ya en 2009 volví a pisar tierra nacional por un plazo breve y, dado el cambio de estación de ese momento, todo el mundo tomaba té helado. No me pregunten cómo, hoy en día la lista del mercado de casa incluye al menos un six pack de Free Tea o Lipton Tea o Whatever Tea. Yo no entiendo cuál fue la estrategia de marketing (y yo soy marketera) y mucho menos la idea publicitaria (también soy publicista) detrás del boom del té en el Perú.
Lo único que tengo claro es que, luego de 3 años de desmesurada ingesta de teína por parte de los peruanos, debemos ser sin duda la población más estreñida del mundo (Sólo detrás de China e Inglaterra. Esos pobres nos llevan siglos de ventaja). Y nada, que Dios y el ex-lax nos ayuden.