Convengamos que ducharse es un placer. Aquel que piense negativamente sobre el momento festivo que involucra agua y jabón recorriendo el cuerpo tiene dificultades y debe conversar con sus padres
(sólo están excusados los jóvenes en pleno brote hormonal ya que está científicamente comprobado que éstos pasan por un período de asquerosidad que únicamente se cura cuando dejan de ver "las rodillas raspadas de la pesada de al lado" y empiezan a ver "el buen par de piernas de su vecinita" –hablo de los púberes, no de los eternos onanistas que deberían vivir en los puntos de acopio de los parques dado que son un costal de paja con patas). Si dormir no fuera mi actividad favorita de la semana, cada mañana tomaría una ducha de 2 horas o hasta que se me arruguen los dedos o hasta que el baño quede tan pero tan blanco por el vapor que parezca que éste no es tal cosa sino leche pura y sabrosa. Pero, como dormir es mi actividad favorita de la semana y toda mi vida he compartido el baño con alguien más, de lunes a viernes me baño en 10 minutos
(pero me visto como en 45, ni yo misma lo comprendo) y los fines de semana si ejercito mi derecho a remojar las carnes hasta que mis toallas se mojan solas por el nivel de humedad que se forma en el
pipiroom. Ahora, tanto en mis duchas cotidianas como en las extraordinarias sigo una misma rutina:
Abro la llave del agua y me quito la ropa mientras ésta se calienta –no la ropa ni la blogger sino el agua, el agua es la que se calienta, a ver, concentrémonos
(dato importante: la posibilidad de entrar a la tina y dejar que me caiga agua fría encima me aterra más que conseguir trabajo en Camboya bordando el nombre de Thalía en cada una de las apestosas prendas de su más apestosa línea de ropa. Sí, odio a Thalía y no, no tengo un motivo). Entro a la ducha y me mojo
(en este punto empiezan a caer de mi cabeza varios "ganchitos negros" que por algún motivo se esconden y nunca logro encontrar cuando "busco ganchitos negros en mi cabeza"). Me echo shampoo y mientras "actúa", tomo un poco de "gotas de belleza con aroma a chocolate"
(esto lo hacemos Araceli Gonzáles y yo), las pongo en mi esponja rosada en forma de pescadito
(dudo que Araceli haga esto) y me aseo como me enseñó la Mamita Olga. El shampoo actuó. Me enjuago la cabeza, aplico el reacondicionador y mientras "actúa“ repito el proceso del chocolate, Araceli y el pescadito
(nota curiosa: el colocho también tiene una esponja en forma de pescadito –pero la de él es verde- y, cada vez que entro a bañarme despues de él, encuentro a su esponja y a la mía en posiciones poco bíblicas por decir lo menos. Al colocho esto le parece "gracioso". Un día, intenté seguir la broma y para lo único que me dio el cerebro fue para formar el signo Piscis con los dos pescaditos. O sea, a la Rampolla no le quito la chamba pero ni a golpes). El acondicionador actuó. Enjuago, verifico no tener jabón en ningún lado de mi ser, cierro la llave, me seco dentro de la ducha
(porque no es de prestancia hacer charquitos de agua en el baño, ¿vio?) y salgo a vestirme.
Mucha gente debe hacer más o menos lo mismo. El tema es que el otro día, conversando con vino y quesito
(grandes amigos, ¡eh!) noté que mis interlocutores se sorprendieron un poco cuando conté que yo me duchaba de espaldas a la regadera
(¿que por qué le cuento a la gente qué hago en la ducha? no tengo ni idea, supongo que le tengo pavor al silencio, qué se yo). En esa misma conversación, hubo gente que confesó
“abrir la boca de rato en rato para tomar agua” –y luego se sorprenden de que el perro beba agua del inodoro- y otra gente que dijo bañarse
“de costado, pero nunca de frente o de espaldas”. Por si fuera poco, hoy el colocho aludiendo a esa conversación, me dijo:
“Me he dado cuenta que yo me baño siempre mirando para la cortina” (¿?). Y nada, por esto y muchas cosas más, me resisto a aceptar que por no mirar cómo cae el agua de la ducha, soy rara.
Y ustedes, ¿cómo se bañan?