Cadena perpetua a mis alas.

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Lo más divertido de volar es que en el ejercicio de aleteo uno va adquiriendo musculatura para llegar más alto. Hablo de imaginar, de pensar las cosas como no lo son, de verlas desde una óptica que no es la que tenemos instalada “por defecto”. Yo imagino mucho y, de hecho, imaginar es lo más real que me ocurre. Mi nombre es Laura y yo me invento cosas. Lo bueno es que no siempre me las creo. O sea, me creo las inofensivas, como que un duende mueve la ropa que no encuentro o que "la ecua" nunca se dio cuenta que le robaba deditos de Nutella del frasquito VIP que guardaba al lado de su cama (¿Por qué es tan cara la Nutella ah?). Es más, yo creo que gran parte de los eventos disparatados que acontecen en mi vida no serían tan particulares si es que yo los observara de manera ordinaria. O sea, yo no imagino las cosas, lo que hago es imaginar la forma de verlas (Que profunda tu Tía Lauris eh?). Ahora, quien siembra imaginaciones a veces cosecha trastadas (Encima de profunda, refranera, ojo). El otro día, conversando con la señora que nos ayuda a mantener la agencia limpia (hablando del calor que ahoga, de Cristina Kirchner y de que lindos están saliendo los kiwis en esta temporada veraniega), yo noto que tiene un tatuaje carcelario en el anverso de su mano. El trabajo es sencillo, se trata de una letra ele entre comillas. O sea: “L”. Mientras ella me sigue contando sus aventuras en el supermercado, yo no puedo sino imaginar qué significa esa “L”. ¿Se la hizo el día que quedó “Libre”? ¿Es en honor a algún “Leandro” o “Leonardo”? ¿Es la señora que limpia devota de LUCIFER? ¿Es acaso por mí? (No tendría porqué ser por mí, pero, déjame, yo soy así) Entro en pánico pero la prestancia impide que se note (¿ves como invento? Ja!). No puedo más y le pregunto aún sabiendo que su respuesta podría tener un revés insólito para mí: Oye Lili, ¿Por qué tienes esa “L” en tu mano? Y ella, rolliza, rosada y abrillantada por el sudor de su trabajo me contesta amorosa: Y, por que me llamo LILI, boluda.